martes, 8 de noviembre de 2011

“Voces del exilio: entre Sarmiento y Martí”

Paula Rodríguez Marino Abril de 2006 Voces del exilio: entre Sarmiento y Martí 1. Consideraciones previas Creemos que el exilio se erige como un “problema” porque en la actualidad el exilio se presenta más como un espacio de narraciones de la identidad- referido a cualquier forma de alteridad y a modalidades no heterónomas de ciudadanía- que como un tema específico, el exilio como una pena política. Este desplazamiento cuestiona la definición del exilio, si se trata o no de una pena impuesta que es propia de los Estados nacionales o si es una condición identitaria anterior a estos. A pesar de que Viajes I de Domingo Faustino Sarmiento y Escenas europeas II de José Martí no son ensayos ni ficciones, se sitúan en una zona ambigua entre la crónica, la literatura de viaje, el testimonio del exiliado y el género epistolar que, suponemos, ha impactado en la producción ensayística latinoamericana que aparece como tal a partir de Ariel de Rodó en 1900 y, además, en la escritura del pensamiento social latinoamericano porque en esos cruces se genera el pensamiento político sobre la nación y sobre la patria . En este trabajo analizaremos la voz del exilio en Viajes I. De Valparaíso a París y en Escenas europeas II: quién enuncia, con qué tono, de qué modo. En las formas de narrar el destierro en la producción cultural de los letrados, el exilio es de la patria y de los ideales y diferente, en este sentido, de las narraciones posteriores del exilio intelectual en las que es, sobretodo, una expulsión del territorio nacional. A esas representaciones del exilio nos referiremos a partir de las nociones del “letrado” en el siglo XIX y del “intelectual” en el XX en América Latina, en ambos estas figuras y el exilio están ligadas de manera constitutiva. El letrado se considera a sí mismo expulsado de la patria mientras que el intelectual es desterrado de la nación. Pretendemos diferenciar el exilio de otro tipo de desplazamientos forzados (emigraciones en sentido amplio) y de los viajes. La elección de Viajes I de Sarmiento -este primer tomo de la edición de sus viajes- se debe a la importancia que tiene en el recorrido del letrado el pasaje de América Latina hacia Europa porque si el exilio es un locus clásico desde las luchas independistas y la conformación de los Estados nacionales en América Latina, París ha sido el topos de esos exilios, el lugar por excelencia del exilio de letrados y de intelectuales. Su contrafigura es Estados Unidos, el destino final del viaje que Sarmiento emprende desde Valparaíso. Las revoluciones independentistas en América Latina están indisolublemente atadas a la escritura en el exilio, a la mirada sobre la patria por fuera del país de origen, así como también, a la literatura de viajes. Esto no significa que esta literatura sea equivalente a una escritura del exilio, en todo caso, se constituye como tal y consideramos que es el caso de Viajes I de Sarmiento . El viaje no es un desplazamiento forzado, el exilio sí lo es, para salvar la integridad psíquica y física. Martí en Escenas Europeas II invierte, parcialmente, el topos de Europa como modelo cultural para América Latina porque la mirada sobre la producción cultural europea ha pasado a ser la tradición a contrastar con la cultura del “ser” latinoamericano. La relación de Cuba con Estados Unidos, modifica la mirada sobre Europa y sobre América Latina. Al mismo tiempo, en Escenas Europeas II hay una búsqueda de una forma propia de gobierno para Cuba y para el continente, los modelos de gobierno europeos criticados son los que, también, marcan el ritmo de una noción de república americana que aparecerá como programa en Nuestra América. Allí Martí perfecciona la dicotomía Norte/Sur y el antagonismo entre “lo anglosajón” y la “raza latina” que forma parte del argumento culturalista de la identidad latinoamericana derivada de un concepto de arte opuesto a la racionalización mercantil de la modernización norteamericana. El valor de uso del nuevo sujeto consumidor opuesto al oxímoron del esteta mestizo, el sujeto como yo interior, naturaleza y cultura. Por eso sólo en la superficie el recorrido de Martí por Inglaterra, París o España es el de un “intelectual-viajero” (Ramos, 2003), es en realidad el de un exiliado intelectual. Las causas políticas del destierro no pueden minimizarse sino que se recubren con la estilización martiniana para constituir un “nosotros” en el exilio y acercar el “allá” en Cuba. Si Sarmiento es el letrado exiliado político, el proscripto, el de Martí no es simplemente un exilio cultural o el “exilio del pensador” (idem) sino la transformación a partir de 1898 del exilio latinoamericano como autorrepresentación de la identidad cultural de los intelectuales. Ese cambio debe insertarse en la autonomía de la esfera cultural y de la especialización del campo literario y del trabajo del escritor. La dimensión política de la identidad nacional tiene primacía en Viajes I de Sarmiento mientras que la dimensión cultural la solapa, especialmente, en el segunda parte de las Escenas europeas de Martí. 2. Exilio y exiliados Se ha señalado que el exilio como imposición de un castigo es anterior a la constitución del Estado-nación y por lo tanto, precede a la formación de una identidad nacional y a la posterior condición de ciudadanía (Dufoix, 1996). En el caso de Shain (1989), al considerar que el exilio es posterior a la formación del estado-nación, afirma que el exilio al trasladar la lealtad política más allá de los límites geográficos colabora en la formación del Estado-nación. Kaminsky – siguiendo a Shain- resalta que el exilio es productor de una identidad nacional antes que de una nación. Por su parte, Bhahba– siguiendo a Hobsbawn- señala que la historia del siglo XIX es la historia del “exilio migrante” en el que ubican las posiciones del paisaje intermedio [“in-between]”, propias de nuestros tiempos (op.cit.:175-6). Esto implica reconocer que el problema del exilio mantiene una relación tensa con la noción de identidad nacional. Consideramos dos concepciones centrales del exilio: como condición (estar exiliado) y como identidad (ser un exiliado). El exilio circunstancial es lo que designamos exilio como condición que depende de causas políticas precisas. A pesar de que Sarmiento – como algunos miembros de la generación del ’37, por ejemplo, Echeverría- parten de Buenos Aires por un enfrentamiento político, su autorepresentación varía entre el exilio como condición y el exilio como identidad, entre la proscripción y la marginación. Así se interpenetra el exilio político con una concepción existencial del exilio que en la producción cultural argentina esta posición es recurrente y por eso designa una forma de representar la identidad nacional. La generación del 37 naturaliza el exilio como forma de autenticidad de los argentinos liberales proscriptos. Sarmiento en Facundo se autodefine como un proscripto y como desterrado: “A fines del año 1840, salía yo de mi patria, desterrado por lástima, estropeado, Significaba, simplemente, que venía a Chile, donde la libertad brillaba aún” (1967: 6). Las concepciones que consideran al exilio como condición identitaria del siglo XIX - encarnadas en las figuras de Alberdi (el político-ideólogo) y Mitre el (político-militar) en Montevideo, luego las de Hernández (letrado de la barbarie) y López Jordán (el caudillo) exiliados en Brasil - supone la primacía de una definición geopolítica por sobre la definición cultural de la identidad. Antes de la formación del Estado-nación no podamos referirnos en sentido estricto a la oposición entre la nación y la patria, los ideologemas son conformadores de un sentido de nación como civilización y barbarie en Facundo y al que se opondrá Martín Fierro de José Hernández (Ludmer, 1988) o en El matadero de Esteban Echeverría (Piglia, 1998). En El matadero las representaciones oponen la cultura iluminista y racional de los exiliados a la “barbarie” del rosismo y el exiliado allí cobra un doble sentido: del entendimiento y de la sensibilidad (aesthesis). A pesar de las aparentes distancias entre el exilio como condición y el exilio como identidad o –por ejemplo, entre Alberdi y Sarmiento- son en el siglo XIX posiciones del héroe trágico romántico – a veces disfrazadas de utilitarismo- propias del liberalismo argentino (Viñas, 1964: 27). Establecemos un segundo correlato entre, por un lado, el exilio como identidad y la noción del letrado desde 1837 hasta 1880-90 y, por el otro, la figura del intelectual desde esa fecha y durante el siglo XX que se debate entre identificaciones del exilio como identidad y como condición. La figura de los letrados que se corresponde con la de de los emigrados emigré y expatriados políticos del siglo XIX y la de los intelectuales del siglo XX es, en parte, un desplazamiento desde esa figura del emigrado hacia la figura del exilado. Si en el siglo XIX los expatriados y emigrados son los letrados (patriotas, héroes nacionales, “padres de la patria”, ideólogos de la nación), y en este esquema se ubican las figuras de Sarmiento y Echeverría, así como, Alberdi o Moreno, entre 1880 y comienzos del XX los exiliados son los intelectuales (Henríquez Ureña, Ugarte, Aníbal Ponce, José Vasconselos) y allí ubicamos a Martí. Estos también son héroes nacionales pero a comienzos del siglo XX son escritores, profesionales liberales o políticos, su posición ya obedece a la autonomía del espacio cultural (al reclamo por la “autonomía del arte”) y a la distinción entre arte, realidad y política. Si algunos letrados del siglo XIX, como Sarmiento, se autodefinen como “emigrados” esto no implica que debamos despolitizar su migración, el uso de ese término o el de “destierro” serán parte de la genealogía sobre la nación que el letrado escriba y proyecte. Para retornar a Martí, el tipo de exilio circunstancial, como condición, es doble: el de Antonio Maceo y Máximo Gómez que con Carlos Manuel Céspedes participaron de la insurrección independentista de 1868 contra España (Grito de Yara). Martí escribe, también, para ellos y para los intelectuales mexicanos con los que participó en la Revista Universal. La situación de los intelectuales y de los militares cubanos está marcada por la expulsión, la deportación. Al mismo tiempo, son interlocutores de Martí otros intelectuales que se alejan de la noción del exilio político y son, en algunos momentos, más afines al exilio como identidad como Rubén Darío, Rodó y la figura fantasmática y mítica de Bolívar. Consideramos que aunque en el “Prólogo” de Flores del destierro Martí se autodefine como “proscripto” y como “desterrado” en lo que considera “notas al vuelo” (1975: 238) - le otorga una acentuación muy diferente a la de Sarmiento en Viajes y a la Advertencia de Facundo- se trata de un “refugio cariñoso del proscripto”. El refugio se destaca por sobre la proscripción pero contiene, como toda definición de ubicación y de posición, una comparación que no elimina ninguno de los dos términos. Por el contrario, en Escenas europeas II, aunque Martí pretende autorrepresentarse como un intelectual-viajero, lo que delinea, es la figura del exilio circunstancial, el exilio como condición política, y ya no la de un emigrado como Sarmiento que se considera un europeo en América y un americano sorprendido por Europa. Martí hace un destilo del desgarro de la tierra mientras Sarmiento lo hace del lamento por el proyecto perdido. Es la diferencia entre Flores del destierro y Facundo. En Escenas europeas parece haberse borrado la noción de prisión política que Martí siguiera en El presidio político en Cuba, folleto publicado en Madrid en 1871 durante la guerra de los Diez Años. Martí escribe las crónicas de Escenas europeas luego del fusilamiento de Carlos Manuel Céspedes y de los intentos imposibles de regresar a Cuba . Esa retórica inflamada del relato del destierro de Martí en “Madre América” y en “Nuestra América” lo que escenifica que no es todavía transtierro porque no hay una zona de pasaje de una cultura a otra sino es un transculturado cubano situado en el “desgarro del transplantado” (Ortíz, 1999: 97; 100) en el Norte. Martí se define como “echado” en “Madre América”. También es quien pretende haber dejado de ser un fantasma aculturado en “Nuestra América”: “Éramos una visión, con el pecho de atleta, las manos de petimetre y la frente de niño, éramos una máscara, con los calzones de Inglaterra, el chaleco parisiense, el chaquetón de Norteamérica y la montera de España” (1985: 30). Martí llama también a América Latina “tierra híbrida y original”, concepción calibanesca de “nuestra América” (Fernández Retamar, 1979). Sarmiento, tampoco es un “transterrado”, la figura del exiliado que produce en Viajes es la del nómade – “mi existencia ambulante” (op.cit.: 42) - que describe una forma permanente de extranjería (Bhabha, op.cit.). Esta noción concibe al exilio como alteridad y acentúa el carácter “otro”, el civilizado en un país de bárbaros. La noción del exilio como identidad en Viajes supone la exclusión de la cultura. En cambio, el exilio como condición está asociado a la primacía de la política, el síntoma de los fracasos de los proyectos políticos del siglo XIX (las figuras de Moreno y de Alberdi). El exilio político de Sarmiento es representado por él mismo desde la figura del “expatriado”- como Echeverría. “Expatriado”, en Sarmiento, significa también ha sido excluido de la polis. Si, acaso, esta es una constante en Martí y un indicio en Sarmiento es un efecto de su modelización discursiva con parte de la representación de sí que, sin embargo, no coincide con su posición como figuras políticas destacadas y dominantes. La exclusión de la polis en Escenas europeas de Martí es producto de la autonomización del arte y de la profesionalización de la escritura. Hay en Martí una convivencia conflictiva de más de una concepción del exilio: es destierro, exilio político como en Sarmiento pero, al mismo tiempo, la noción de exclusión del ámbito público provoca una ontologización del concepto de exilio, es decir, la oposición a la masificación. Esa ontología colabora en la fundamentación de una noción actualizada del exilio como posición “externa” del intelectual en la lucha por el poder público en el ámbito político. Esta aparente despolitización de la categoría de exilio en Escenas europeas tiene un sentido doble: es lo que reafirma una identidad cultural latinoamericana y al hacerlo, repolitiza el concepto de nación extendiéndolo más allá de los límites geopolíticos, que es lo que estaba ausente en la acepción del exilio en Sarmiento en la década de 1840-50. Si Martí representa al exilio como condición y Sarmiento al exilio como identidad, la posición marginal del intelectual no debe confundirse con la naturaleza del exilio. La exclusión de la participación en el orden público funda a la proscripción y al destierro como prohibición pero lejos está de asemejar esas figuras del letrado y del intelectual exiliados con el poeta exiliado o con un exilio de la lengua que despolitizan al exilio. Desde el Montevideo antirosista parece que la historia argentina estuviese plagada de expulsiones pero después de la batalla de Caseros y durante la presidencia de Sarmiento y la de Mitre lo que era fracaso se consolida como el triunfo. El destierro continuó siendo la pena aplicada a los revolucionarios del siglo XIX y el exilio estuvo asociado a la expulsión del territorio nacional que podía ser una prescripción contra los cuestionamientos de una facción, “externos” (la figura del enemigo) o contra los del propio grupo, “internos” (la figura del traidor). El exilio político se define como destierro retomando su concepción antigua. En cambio, desde Nueva York, Martí describe en “Madre América” a la “América española” nacida del “perro de presa”, del orden conquistador, la figura del enemigo es doblemente externa: se opone a la “América del Norte”, “del arado nació” (2005: 29) y fue presa de los conquistadores, España es el otro enemigo porque Martí debe vivir en el exilio en Estados Unidos desde 1880 hasta 1895. En el orden interno también para Martí en “Nuestra América” como para Sarmiento hay traidores “el pedante vencido” (idem) o el “criollo exótico” (1985: 29) que serían los herederos del “conquistador despótico” frente al “mestizo autóctono” (op.cit.: 28). Sin embargo, lo que en Sarmiento y parecían facciones, en Martí –terminando el siglo XIX- se transforman en bandos continentales y subcontinentales. Viajes: el ojo y la mirada El exilio es la “privación del lugar de nacimiento” y por ello los relatos exploran el territorio de lo propio antes de la partida, tratando de imprimir sobre el desterrado todo aquello que configura el mapa de sus afectos y de su cotidianeidad. En otras, el exilio aparece como contrapunto después del retorno. Pero, en ambos casos, el exilio constituye una relación con el pasado en la que prima la nostalgia, que es al mismo tiempo una reivindicación de las cosas pasadas, la idealización de lo perdido y la forma que asume el recuerdo como soporte ante la pérdida (la patria, la militancia o el pasado de la experiencia). Esos espacios dependen del eje temporal para integrarse al relato “aquí” presente de la emigración y “allá” (pasado/ lugar de origen, en el viaje, el eje espacial se sobreimprime sobre el de la temporalidad. Martí en Escenas Europeas usa el viaje ajeno y el impersonal o la tercera persona del singular para describir los desplazamientos: Darwin es el viajero sabio, no es un viaje iniciático sino uno de descubrimiento (1964: 379) es el prototipo del aventurero, como si tratase de eliminar el “aquí”. Para Darwin el “allá” es su país de nacimiento y Europa y “aquí” es la “árida Patagonia”, la “negra Tierra del Fuego” (op.cit.: 378) el “Ande nivoso” (idem) “América frondosa” (op.cit.: 376). Martí escribe desde la posición invertida a la de Darwin, la crónica está fechada “julio de 1882” cuando vivía en Nueva York y se publicó en el diario La Opinión Nacional de Caracas. Martí en “Nuestra América” o en “Madre América” ya anticipa lo que será su viaje a Cayo Hueso en 1896 pero opta por la metaforización del propio desplazamiento en nombre de otros en Escenas Europeas. Sarmiento – como Martí en Escenas europeas- marca una distancia entre este viaje y su destierro. La “Advertencia” en Viajes I de Sarmiento no tiene en el comienzo el tono desgarrado de Facundo y parece remitirse al viaje, otros párrafos explicitan la ambigüedad de estos escritos: un viaje insertado en el tiempo del exilio, un viaje (preventivo) desde la nación de acogida. Mientras que en Facundo “A los hombres se degüella, a las ideas, no” (1967: 6) es la explicación de del exilio chileno. Viajes I. De Valparaíso a París que Sarmiento titula “Advertencia”: Saben ellos que a fines de 1845 partí de Chile, con el objeto de ver por mis propios ojos, y de palpar, por decirlo así, el estado de la enseñanza primaria (1955: 42). La excusa se convierte en motor del viaje. Sarmiento enuncia sus viajes realizados en 1845 durante su destierro en Chile como si la razón del viaje fuese, simplemente, ver las naciones civilizadas y omite que la cancillería del gobierno de Rosas reclama la suspensión de las publicaciones de Sarmiento en El Mercurio y que en Chile, también sufre los embates de la disputa entre por un lado, los seguidores de Bulnes y de Montt y, por el otro, los seguidores de Godoy. Sarmiento no accede a renunciar a la redacción del diario El Progreso que reclaman los seguidores de Godoy . En realidad, es un viaje dentro del exilio que Sarmiento intenta presentar como viaje iniciático y con las características del viaje modernizador. Martí en Escenas europeas, como Sarmiento en Viajes, excluye las referencias a su actividad política y a la relación con otros emigrados entre 1880 y 1895, la fundación del Partido Revolucionario Cubano en 1892 en los Estados Unidos y su radicalización política hasta su participación en el “Grito de Baire”- junto a Maceo y Gómez- en 1895. Esta utilización del silencio, siempre cargado de palabra, está más allá de la lógica de la crónica, del género epistolar y de las restricciones que impone la publicación en la prensa gráfica masiva. El tono bajo- sin ira- de Escenas europeas, contrasta con la escritura inflamada de Nuestra América, sobre todo, cuando consideramos que Martí llegó a Nueva York luego de ser deportado a España por el Gobernador español en 1879. La mirada de Martí sobre Europa sufre el impacto del fracaso de la guerra de los “Diez años” o “Guerra Grande” (1868-78), los resultados de la paz de Zanjón y la “Guerra Chiquita”, así como, la transformación de la posición política de Estados Unidos sobre Cuba y América Latina. La dicotomía entre “aquí” y “allá” que estructura el relato de Sarmiento – como el de Alberdi - es propia de la lectura que privilegia la relación colonial entre Argentina y Europa o imperial entre Argentina y Estados Unidos. El motivo de la partición “allá” de Sarmiento es el viaje de investigación y la huida anticipada, en Alberdi es la del destierro – “¡Ay¡ ¡Y cuándo no se está engañando el proscripto!” (Viñas, 1964:27). Sarmiento y Alberdi miran Europa en 1847 y en 1843 con el ojo europeo, miran Buenos Aires (“acá”) desde “allá”. Sarmiento usa su relato sobre Montevideo para hablar de Buenos Aires y su descripción de Río de Janeiro para referirse a Chile. Un ojo en un país, el otro en una ciudad. El texto fundante de esa mirada doble es El matadero, una forma de constituir sujetos políticos al identificarlos como aliados o enemigos en la contienda. En Echeverría es un enfrentamiento público marcado por la lógica por la militar, mientras que en Viajes es litigio, la oposición siguiendo la lógica jurídica y por eso las figuras son el enemigo y el antagonista. Martí mira Europa con el “peso de la ‘mirada’” (Ramos, 2003: 151) del intelectual en el exilio reforzada por la legimitidad que otorga un desplazamiento, de esta forma utiliza a Wilde como otro yo, cita a Wilde en lugar de colocar las opiniones en nombre propio: “No desdeñemos lo antiguo, porque acontece que lo antiguo refleja de modo perfecto lo presente, puesto que la vida, en varias formas, es perpetua en su esencia y en lo pasado se la ve sin esa bruma de familiaridad o de preocupación que la anubla para los que van existiendo en ella” (1964: 365). El hombre natural que luego aparecerá en Nuestra América, marcado por el pasado de la conquista está presente aquí junto con los resabios del arielismo . Martí mira en Wilde al aristócrata irlandés subyugado por el Imperio británico, al esteta, desde esa posición Martí critica la herencia española de América: “¿Por qué nos han de ser fruta casi vedada las literaturas extranjeras, tan sobradas hoy de ese ambiente natural, fuerza sincera y espíritu actual que falta en la moderna literatura española?” (op.cit.: 361). Al mismo tiempo, mira en él al británico atado a la bruma del pasado que, como la Vieja Europa, no puede ver lo nuevo ni las causas de lo pasado, cuando Martí afirma, por ejemplo que “Conocer diversas literaturas es el medio mejor de libertarse de la tiranía de algunas de ellas” (idem) . Esta otra mirada sobre Wilde se trasluce en: “Es cierto que yerran los estetas en buscar, con peculiar amor, en la adoración de lo pasado y de lo extraordinario de otros tiempos, el secreto del bienestar espiritual del porvenir” (op.cit.: 365). Martí conoce a Wilde en Estados Unidos y lo utiliza como tipo del dandy al que critica pero valoriza el esteticismo. En este pasaje, también, impacta la relación de Martí con América Latina (“allá”) mediada por Inglaterra y por España (“aquí”) y, también, la relación con Cuba (“allá”) mediada por Estados Unidos y España (“aquí”). Si en ningún momento en el relato de Sarmiento se pierde de vista Buenos Aires, en Escenas Europeas, Cuba aparece como un horizonte lejano fundido con el resto de América Latina. Esa triangulación en la mirada de Martí es producto de su escritura sobre los viajes desde el exilio neoyorquino, la lógica binaria aparece desdoblada, América Latina es una tierra luminosa, verdad eterna, Estados Unidos es el futuro a evitar e Inglaterra es el pasado que llega tarde “Es cierto que en nuestras tierras luminosas y fragantes tenemos como verdades trascendentales esas que ahora se predican a los sajones como reformas sorprendentes y atrevidas” (idem). Para Martí, al revés que para Sarmiento, Europa imita a América y sus tierras tienen luz y perfume que están lejos de los pantanos latinoamericanos descriptos en Viajes. Un viaje cualquiera, en tanto desplazamiento, al igual que el exilio supone que la mirada sobre el otro territorio, el ajeno, esté cargada de comparaciones. La escritura programática y la búsqueda de respuestas, sin embargo, son características de la posición del letrado y del intelectual en el exilio. “El hecho es que bellas artes, instituciones, ideas, acontecimientos, y hasta el aspecto físico de la naturaleza en mi dilatado itinerario, han despertado siempre en mi espíritu, el recuerdo de las cosas análogas en América, haciéndome, por decirlo así, el representante de estas tierras lejanas (…)” (Sarmiento, 1955, 48-9). Ese “representante” mira América -en realidad solamente Buenos Aires- adopta su percepción al “alcance del instrumento óptico que las refleja” (idem), mira a la Federación con un catalejo desde Europa y no mira a Europa con un calidoscopio. El viaje tiene aquí la función pedagógica – “mis investigaciones”- y modernizadora -“cosas análogas”- de los desplazamientos de los letrados latinoamericanos que buscan en Europa las claves para la identidad regional y nacional. El viaje modernizador desplaza el presente hacia el futuro y fundamenta la legitimidad de su posición dominante cultural y política . “El intelectual-viajero traduce la plenitud extranjera con el fin de corregir el mal camino de origen de la tradición propia” (Ramos, op.cit.: 147). El viaje balzaciano de Sarmiento por “la unidad fundamental de su actitud frente a Europa” (Viñas, 1964: 32) conserva algo de esta lógica binaria pero espiralada. “…el fervor supeditado a las carencias, América identificada con lo provinciano, el movimiento de conquista retaceado por la cortedad” (op.cit.: 33). Porque incluso esa lectura mantiene la lógica binaria: “lo latinoamericano” como falta frente a “lo europeo”, o bien, “lo europeo” como inversión de “lo latinoamericano”, la autorreflexividad en Viajes revela otras ambigüedades. Sarmiento usa el diario de viajes – descriptivo- como modo argumentativo para afirmar el viaje, negar el destierro y así reafirmar el exilio: “si hubiese intentado escribir impresiones de viaje, la mía se me habría escapado de las manos, negándose a tarea tan desproporcionada” Sarmiento niega y afirma la escritura de un diario de viaje: reniega del “viaje escrito” pero se compara con las “impresiones de viajes” de Dumas (1955: 44). Toma de la literatura de viajes la mirada rasante y el tiempo presente y del género epistolar el tono fragmentario y la referencia al pasado. “Gústase entonces pensar, a la par que se siente, y de pasar de un objeto a otro, siguiendo el andar abandonado de la carta, que tan bien cuadra con la natural variedad del viaje” (Sarmiento, op.cit.: 46). Ductilidad, fragmentariedad, referencias al pasado, impulsividad son solamente algunos de los tonos que usa Sarmiento para hacer pública la racionalidad expositiva, la argumentación de un proyecto de nación encuadrado en la excusa del viaje “no siendo otra cosa mi viaje, que un anhelar continuo a encontrar la solución a las dudas que oscurecen y envuelven la verdad” (op.cit.: 50). Una explicación de las razones de su destierro a Chile, “representante” del liberalismo porteño en el gobierno de Bulnes y representante del liberalismo chileno en París. Esa figura – el letrado liberal y romántico- se opone a la de Facundo –el letrado colonial avergonzado (Viñas, 1964). La vergüenza sobre la propia mirada de Facundo se conserva en Viajes aunque el tono no se amilana ante el ritmo avasallador y arrebatador de un modernizador latinoamericano. De la vergüenza a la grandilocuencia es el monólogo de Sarmiento con Europa “que va de los Andes al Sena en el preciso instante en que ese gesto nos remite a la imagen del ‘pedante dómine’ con que solía impugnarlo Gutiérrez” (op.cit.: 34). El tono didáctico y pedante de Sarmiento remite a uno de los destinatarios de sus viajes: el público que leerá esas cartas en la prensa, a éste están destinados los signos de admiración, las hipérboles y, también, el tono cómplice. Esa complicidad no está destinada solamente a Vicente Fidel López, Carlos Tejedor o Demetrio Peña sino también a los destinatarios imaginarios. A éstos está dirigida la frase “la privilegiada facundia de su espíritu ha revestido de colores vivaces todo lo que ha caído bajo su inspección.” (op.cit.: 44). Martí, también usa la descripción para hacer resaltar la estilización de su escritura valiéndose de una lógica fragmentada y, al mismo tiempo, grandilocuente. Si el ritmo en Sarmiento es el de un tren, en Martí es el de un barco, que busca desesperadamente un horizonte. Frente a la fragmentariedad de sus crónicas de viaje la mirada de Martí es un sobrevuelo, conformado por imágenes rápidas, contundentes que son paisajes. Esos paisajes son también, los trazos del “mundo interior” que pretenden “plasmar” Martí y el imperativo de usar a la naturaleza como una estructura significativa para leer la cultura latinoamericana . Sarmiento acrecienta el mundo público y Martí refuerza la idea de un mundo interior propio y único del que esa estilización es su traducción exterior. Si Sarmiento es el viaje balzaciano, Martí es el viaje del individualismo modernista y el viaje de regreso del héroe nacional que reorganiza la contraonfensiva por la liberación. En ese viaje ya hay resabios de la individualidad romántica que se mantiene a fines del siglo XIX (Ramos, 2003: 170) y ya están presentes las críticas al burgués. Flaubert, en lugar de Balzac, es la metonimia del viaje iniciático del burgués que persigue el alejamiento al mundo natural y/o la búsqueda infructuosa pero constante del arte puro. Nuevamente, a través de otras figuras – como Darwin o Wilde- Martí escribe para los exiliados latinoamericanos en Estados Unidos y para los cubanos que se quedaron. Martí se dirige a Antonio Maceo, a Máximo Gómez y a Carlos Manuel de Céspedes - los principales jefes de la gran insurrección de 1868- los primeros, luego junto a Martí, también líderes de la lucha por la independencia de 1895. Uno de los destinatarios de las Escenas europeas de Martí, además del público lector de The Sun, La Nación o La Opinión Nacional son los otros miembros de la Junta Revolucionaria cubana formada en Nueva York en 1880. También, los funcionarios españoles en las Antillas, al gobierno español y a los intelectuales de su exilio mexicano. Rubén Darío y Rodó se mantienen como destinatarios incluso de su producción sobre viajes. “Ni”: alteridad y viajes La puesta en confrontación del exilio con otros desplazamientos, inmigraciones y emigraciones vuelve sobre el tópico del extranjero y del nómade. El extranjero tiene un lugar pleno, para el nómade la vivencia de la identidad es “ni”, no es “nacido en el suelo” ni “los que vienen a poblarlo” (Sarmiento, 1955: 127). El lugar del “ni” es aquel con el que Sarmiento envuelve su lugar de viajero privilegiado, narrando cada itinerario como si fuese un mojón de un periplo interminable. Por eso, tal vez, se describe a si mismo como emigrado y no como exiliado porque destaca de su viaje el espíritu castellano de odio y aversión contra el extranjero” (idem). La posición del “ni” es el contrario de la figura del “extranjero” de la América del Norte y de la del “criollo exótico” (Martí, 2004: 16) en “nuestra América vacilante e informe” (op.cit.: 158). El mestizo – el Calibán- se opone al criollo – “exótico” por europeizado- como al extranjero, sin continuidad de posiciones, no hay un espacio intermedio sino uno cargado de oposiciones múltiples en búsqueda de una identidad plena, una trampa de la identidad nacional. Para Martí el extranjero es fuente de traición y objeto de la desconfianza, con la misma insistencia que Sarmiento le prodiga en sentido inverso al odio al extranjero como herencia de la colonia española. Los viajes entre 1810 y 1852 pueden ser, sobre todo, utilitarios o balzacianos. El viaje utilitario abarca los desplazamientos de la burguesía a mediados de la década de 1830 a 1840 y se caracteriza por la búsqueda de los principios del liberalismo y del republicanismo en Europa para pensar la solución política de las luchas internas en la Argentina. Sarmiento representa el viaje balzaciano “burlado en sus esperanzas, resentido por la ajena injusticia, labrado de pasiones o forjándose planes quiméricos de ventura” (1955: 61). Al mismo tiempo, representa el comienzo del viaje utilitarista, en ese tránsito, el viajero Sarmiento puede volver a situarse en la posición de “ni”, ni viajero ceremonial, ni viajero pobre, ni viajero unitario ni representante federal. Esa zona es la explota su escritura de los viajes, a pesar de los exabruptos y de la animosidad del tono. La figura balzaciana le permite controlar las dos vertientes que son: su “existencia ambulante” y sus “investigaciones” sobre la enseñanza primaria (Viñas, 1964: 30-1). Cada una de estas vertientes tiene un modelo de lector: por un lado, el público inmediato que son sus corresponsales en Montevideo que son público y, al mismo tiempo, sus críticos, a ellos se dirige con cierto tono cómplice y se vale de la contraargumentación encuadrada en el género epistolar. A pesar del tono cómplice Sarmiento vocifera contra la falta de realismo político de los unitarios. “¡Yo os disculpo poetas argentinos! Vuestras endechas protestarán por mucho tiempo, contra la suerte de vuestra patria” (op.cit.: 123). Por otro lado, los principales destinatarios del “utilitarismo egotista” (Viñas, op.cit.: 31) son los se quedaron en Buenos Aires, los lectores de las “reseñas” de viaje publicadas en diarios de Chile, Montevideo y España. Aquí lamento se une al rezongo y la queja, Sarmiento masculla y vocifera lo que racionaliza en el tono intimista. Esta es la escritura del exiliado para los que se quedaron , como lo había hecho en Facundo: “Desde Chile, nosotros nada podemos dar a los que perseveran en la lucha bajo todos los rigores de las privaciones” (1967: 13). Los destinatarios del viaje modernista de Martí son los que se quedaron, por eso en “Oscar Wilde” en Escenas Europeas apoya a los estetas irlandeses e ingleses que combaten a la tradición, la figura es la de los “jóvenes rebeldes” (1964: 365), que es también la forma identificatoria para referirse a los unitarios argentinos en el exilio montevideano. También, son destinatarios de su crónicas europeas los “criollos exóticos”, que siguen la posición rivadaviana y a los que en el exilio padecen “ceguera en la tierra extraña” (2004: 26) por eso critica a Bouvard y Pécuchet como figuras que “representan al hombre- posiblemente al burgués Don Quijote” que se debaten en una lucha sin sentido entre la “política que fatiga”, la “poesía mercenaria” o el “arte falso, el asesino del arte” (1964: 212). En la crítica a la novela de Flaubert aparece el tono cómplice en Martí, el fracaso de la aventura de Bouvard y Pécuchet no es producto del “viaje por la vida moderna” (op.cit.: 213) sino de la ilusión del “alma bella”, “la política no responde a sus esfuerzos” (idem). El mismo Martí está preso de ese engaño porque del viaje vuelve, también, como los dos ancianos “lastimados y heridos, y mueren como el Quijote” (op.cit.: 212). 3. El exilio de la patria y de la nación: la voz La posición del exiliado, sobre todo la de los letrados del siglo XIX, se reconoce por su relación con el pasado y con el lugar de origen cargado de ira, reproches y culpa . El tono bajo de Sarmiento es una estética sobre la política, sobre la figura del letrado y sobre exilio como daño infligido. Define a la patria como espacio de lucha política entre antagonistas. El ideologema es característico del momento histórico de conformación de un Estado o de su reconfiguración a partir de una división. Las polémicas y debates se articulan en el ensayo o en las cartas a través de dicotomías y estereotipos. En los relatos del exilio –cartas, crónicas de viaje o periodísticas-, la voz en clave autobiográfica define la experiencia del desplazamiento. En el caso de Sarmiento, como letrado del siglo XIX, no se pregunta por su lugar en lo político -las instituciones de la organización estatal, la sociedad política- ni en la política -el espacio de lo público y de la sociedad civil- ni por la relación entre arte y política porque ya está inscripto en esa indiferenciación de espacios. Anterior a la autonomía literaria – y cultural- para Sarmiento como letrado, la escritura es un gesto ordenador de las luchas internas de la nación y del modelo de Estado a construir. Para Sarmiento América – Río de Janeiro y Buenos Aires- está sumida en la barbarie como “fango inevitable” (1955: 50). Para guiarse en ese pantano y para orientar el viaje necesita un “báculo de viajero” (idem). Ese báculo es consecuencia del “destierro por lástima” que había asumido en Facundo y por haberse involucrado en “cosas públicas” (ibidem) como admite en Viajes. La “existencia ambulante” que antes parecía puro nomadismo, “peregrinación”, se revela como “condena” (idem), el exilio es aquí de la patria . Ese exilio genera “náufragos”, “peregrinos” o nómades, el exilio de la nación construye técnicos, académicos y profesionales como Alberdi que se valen del tono racionalizado característico de una concepción de la discusión pública. El intelectual-viajero en Escenas europeas de Martí puede mostrar un paisaje a través de un sobrevuelo pero no oculta las huellas de lo que en “Nuestra América” es el tono del desafío y de la organización. Este contrasta con el otro tono, desafío hacia los cubanos, tono guerrero para el enemigo español y norteamericano pero que trata de omitir el lamento. Martí, en tanto modelo del intelectual de izquierda del siglo XIX, debe excluir ese otro tono bajo para organizar la liberación cubana, es la noción de patria. Tal vez el lamento es más necesario para la (re)organización del Estado que constituirá la nación. La patria en Martí está en el “hombre natural” aunque él mismo no pueda acercarse a esta posición, por eso el “letrado artificial” que critica es también el ideólogo de la nación, como Alberdi o quien pretende ser ambos como Sarmiento. “Los desterrados, y los que como tales vivieron en su tierra mientras duró el oprobio, mientras salía triunfante en el conflicto ‘la civilización’ sobre la ‘barbarie’, mientras la ciudad literaria y anémica padeció bajo el rural codicioso y robusto” (Martí, 2005: 55). La analogía entre La Habana y Buenos Aires no opaca que los términos de la dicotomía sarmientina se invierten luego de la caída de Rosas, el destierro argentino es el de los letrados que universalizarán la patria para reorganizar una nueva nación modernizada. “Sarmiento sentó a la mesa universal a su país, y lo puso a jugar con modelos de escuelas, de máquinas norteamericanas, de ferrocarriles” (idem). La figura del traidor sobrevuela al letrado y al intelectual en el exilio por su relación incómoda con la patria (sociedad civil) y con la nación (sociedad política). “Gutiérrez, para no ser traidor no quiso ser académico” (ibidem). Las lecturas de los exiliados sobre los acontecimientos históricos evidencian la posición del exilio para pensar la construcción y reconstrucción del Estado nacional, una posición que no es marginal- han sido los actores políticos y los “protagonistas”- pero que, al mismo tiempo, está redimensionada por la distancia geográfica que se transforma en distancia temporal y por la pérdida de poder. La voz del exiliado es un eco: repite el pasado, resuena en el presente por su aparición contingente y anticipa el futuro como la reiteración de un enigma. Martí es un expulsado, un desterrado a España, fugado a Estados Unidos, polizón hacia Cuba repetidas veces, que planea una invasión a su propio país, Sarmiento ejecuta el desembarco de la civilización para vivir la mayor parte de su existencia entre exilios, de Argentina a Chile, de Chile a Argentina y de Argentina a Paraguay. La voz del exilio en Martí es la de la figura que denuncia las traiciones y, aunque comparta algo de esta voz con Sarmiento, reniega de los privilegios que utiliza. Sarmiento es la voz de la patria que escribe para una nación que lo espera en el futuro, exiliado de la nación. Martí, exiliado de la patria, escribe con esa voz desde una nación ajena que se convierte en refugio. Bibliografía citada: BHABHA, Homi K. El lugar de la cultura. Manantial, Buenos Aires, 2000. DUFOIX, Stéphane. “Conditions juridiques et politiques de l’exil d’après-guerre en France” Matériaux pour l’histoire de notre temps. Bibliothèque du Documentation Internationale Contemporaine, Nanterre, octobre-décembre, 1996 : 55-58. FERNÁNDEZ RETAMAR, ROBERTO. “Calibán. Apuntes sobre la cultura de nuestra América” en: Calibán y otros ensayos. Editorial Arte y Literatura, La Habana 1979. GRAMUGLIO, María Teresa. “Tres novelas argentinas”. Punto de Vista, Año IV, N° 13, Buenos Aires, noviembre de 1981: 13-7. 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